1280 almas, de Jim Thompson: una novela negra y del oeste

1280 almas, de Jim Thompson: una novela negra y del oeste

Este libro lo leí hace algunos meses, pero no quería perder ocasión de comentarlo. Andaba por entonces queriendo leer novelas policíacas fuera de lo común, un clásico desconocido que me alejara un poco de los detectives más típicos de Arthur Conan Doyle o Agatha Christie, y sobre todo, de aquellos maestros del noire, como Dashiell Hammet y Raymond Chandler, que son los que más conozco. Buscaba por lo demás sumergirme en la novela negra clásica americana, y resulta que me encuentro que Jim Thompson y sus 1280 almas es una de las obras imprescindibles.

Pero no quepo en mi sorpresa cuando me doy cuenta de que la novela del americano no es sólo una novela negra, también es un western. Un western policíaco, o mejor dicho, un western negro, si cabe tal yuxtaposición de ambientes y escenarios. No piense el lector que se trata de una historia típica del salvaje oeste, llena de pistoleros, buscadores de oro y asaltadores de caravanas. Esta historia no nos conduce a un mundo de héroes solitarios persiguiendo ideales a lomos de un caballo, sino a la vida de un hombre en el que reina el más truculento y despiadado cinismo.

Nick Corey, el narrador de esta historia, es un sheriff holgazán, mujeriego y estúpido al que todo el mundo trata con cierto despecho, empezando por su señora. Por momentos, al leerlo me lo imaginaba con la voz de doblaje del sheriff Link (Andy Devine) en aquella mágica película de John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance (1962)Pero luego, a medida que avanza la historia, te vas dando cuenta de que el protagonista no tiene nada que ver con él, aunque ambos sean dos prototipos del antihéroe.

Corey es más bien un ser inclasificable, imposible de asociar con alguien que haya visto en ninguna otra parte, una rara combinación de cretinez y maldad. A veces te encantan sus ocurrencias y frases magistrales, y seguramente le invitarías a un buen trago, y otras te parece un ser tan miserable que le pegarías un puñetazo con gusto en la mandíbula, para después vaciar el cargador de tu revólver mientras todavía está en el suelo.

La historia nos retrotrae al típico pueblo sureño americano, pero sin el idealismo con el que siempre hemos concebido este universo literario del far west. En cambio, lo que vemos es un humor negro encantador, unos personajes que nada tienen de estereotipados, sino que reflejan más bien un carácter de lo más primario, donde la hipocresía camina de la mano de la más absoluta falta de escrúpulos.

Cuenta Juan Enrique Soto en esta interesante reseña, que Nick Corey es un psicópata, pero al mismo tiempo un tipo encantador, alguien que consigue ganarse la simpatía del lector, aunque sólo sea por el inocente discurso con el que justifica todos sus comportamientos anti-sociales. Su total ausencia de sentimiento de culpa o de misericordia por lo que pueda ocurrirle a otro combina con la falsa humildad de un tipo que podría inspirarnos lástima.

Lo peor de todo es que él, Nick Corey, es el sheriff, y lo es porque no hay otro que pueda desempeñar mejor el puesto, o mejor dicho, porque representa ese estado de cosas que no puede cambiarse. «Más vale malo conocido», dicen, lo que viene a ser un sutil reflejo de ese voto prisionero que mantiene durante años y años a los mismos de siempre en el poder.

En 1280 almas, las cosas son como son, y además no pueden ser de otra manera, y además siempre hay quien justifica todo, sin el menor atisbo de auto-crítica ante lo que es un personaje que, a pesar de su indolente inocencia, tiene una extraña forma de salirse siempre con la suya. Un verdadero precedente del género noire, donde el protagonista es el malo y, a cada paso, descubrimos que los giros argumentales, el sexo turbio y la violencia gratuita se suceden con asombrosa exquisitez.

En fin, que no dejo de recomendar esta gran novela, para mí completamente atípica y un verdadero monumento al cinismo y la hipocresía, a pesar de ser una referencia del género negro, con esa mezcla de podredumbre moral y corrupción institucional, que cultivaron luego más tarde otros genios en la literatura y el cine.

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