Que me perdonen los libreros; yo también voy de vez en cuando a husmear por las estanterías de las tiendas y, de cuando en cuando, me compro un libro de papel. Pero, lo que es últimamente, casi todo lo leo en Kindle. Ni siquiera tengo el aparatito de Amazon, aunque sí la app de Kindle en el móvil, con lo que es ahí donde me sumerjo cada noche para devorar historias.
Ahora bien, habrá quien se cuestione que alguien prefiera leer en una fría pantalla antes que degustar el cálido tacto de la página marchita. Yo también disfruto de ese placer, pero si me he acostumbrado a leer novelas y ensayos en el móvil, es por un motivo eminentemente práctico. ¿Me deja usted que se lo cuente?
Por qué ahora leo en Kindle
Vaya de antemano que cada uno debe leer donde mejor le parezca; con lo que mejor se concentre o más bonito le resulte. Esto es sólo una opinión personal, de alguien que no se considera un «millenial» a pesar de coincidir en la edad, pero que está inevitablemente sujeto a los avances tecnológicos.
Mas, ¡ea!, alea jacta est. Confesemos de una vez por todas la verdad.
1. No puedo llevarme mi biblioteca de viaje
El primer motivo por el que fui poco a poco alejándome del papel fueron los viajes. Si uno quiere leer libros en papel, necesita disponer de una biblioteca. Una estructura de madera, llena de mamotretos y recuerdos, que pueda uno consultar apaciblemente al calor de la tarde. Quieres leer un libro, lo buscas, lo encuentras, lo abres, te sientas y lo lees.
Pero lo cierto es que, cuando tus pies están en movimiento, no puedes alargar la mano y agarrar el primer libro que te apetezca. Tienes que dejarte la biblioteca en casa. Así que poco a poco te acostumbras a leer de alquiler, es decir, acudir a aquellos sitios donde tienen biblioteca pública. Pero, ¿y si viajas a otros países o lugares remotos, donde encontrar una biblioteca cercana y en tu idioma no es tan sencillo? Al final tienes que recurrir al Kindle, tienes que leer en la pantalla, que es la ventana que te permite estar conectado con el mundo.
Sí, ya sé que si tuviera un séquito de esclavos que me abanicasen y transportasen mis libros a sus espaldas, yo tendría siempre a mano un ejemplar para leer por el camino. Pero esa idea, aunque tentadora para la imaginación, no sería ni justa, ni práctica en el mundo real. Por el contrario, has de conformarte con llevar unas pocas publicaciones en la maleta, lo que aumenta su peso y al final acaba convirtiéndose en un lastre.
2. Poseer libros no es lo mismo que leerlos
Por lo general, las bibliotecas personales van creciendo con los años, porque nuestro afán de leer y coleccionar libros es más veloz que nuestra capacidad de leerlos. Al final, acumular libros se convierte en una afición en sí, lejos del ritual de la lectura, pues tan sólo con acariciar su portada de algún modo estás entrando en comunión con el autor y otros miles de lectores.
Me di cuenta de que, al viajar, pierdes un poco el sentido de la posesión de los libros. Uno se queda olvidado en el vestíbulo de aquel hostal, otro se lo regalas a alguien, hasta que al final te descubres otra vez a ti mismo huérfano de literatura e indigente de sabiduría.
En lugar de leer sobre la vida de otros, te sientes que eres tú el personaje y notas como si alguien te estuviera escribiendo. Es en ese momento, cuando estás cargando con tus maletas y te cobran exceso de equipaje, cuando te das cuenta que la posesión del libro es tan sólo un impulso egoísta y que en lo que en verdad todos anhelamos es el disfrute de la lectura, el viaje a lo imaginario.
3. Nunca tendré espacio suficiente para acumular todos los libros que quiero
La otra gran razón por la que prefiero leer en Kindle es que nunca podré poseer todos los libros que deseo. Algunos pasarán por mis manos, los tendré durante algún tiempo en la mesita de noche, pero en algún momento pasarán a ocupar algún rincón del olvido.
Serán cómo esos árboles viejos de los que ya nadie se acuerda y sucumben a la indiferencia del tiempo, mientras sus raíces se van volviendo más profundas y en sus ramas van anidando toda suerte de pájaros, o en el caso de mis libros, insectos varios y enrevesadas telarañas. Por otro lado, mi tiempo en esta tierra es finito, por lo que seguir acumulando objetos, aunque vaya engrosando poco a poco el patrimonio, es una idea que carece de sentido en sí misma.
En el fondo, todos los libros de papel que tengas están destinados a ser de otra persona, lo que viene a ser lo mismo que cuando viajas y vas dejando libros por aquí y por allá, porque extraños y extranjeros somos en este mundo. Visto de un modo altruista, acumular libros sólo puede considerarse como un acto para la posteridad, no como un placer privado y egoísta.
4. La tecnología es útil
A las desventajas de acumular sin término libros de papel, he de sumarle que me seduce el sentido funcional de la tecnología. En el Kindle puedes ver qué porcentaje del libro has leído, cuál es el tiempo estimado de lectura… Incluso se pueden subrayar párrafos que te hayan resultado interesantes, lo que viene a ser una forma limpia y moderna de tomar apuntes o extraer citas.
Si en un libro de papel quieres localizar algún pasaje, debes ponerte a bucear entre sus páginas, moviéndolas aquí y allá, hasta que encuentras la cita que buscabas. Y es muy fácil perderse en un libro, y que la línea que creías que habías leído, de pronto desaparezca y sientas que ya nunca más volverás a leerla.
5. Con el Kindle me caben muchos más libros en el bolsillo
El Kindle lo puedes leer en el metro, en el autobús, en el tren o en el aeropuerto, con tan sólo echar la mano a tu bolsillo. Sí, es cierto que su tacto es poco deleitoso, que carece del romanticismo y el olor de las páginas llenas de huellas dactilares, con sus matices, sus mezclas de blanco y amarillo, sus manchas de café o los subrayados a lápiz.
Pero el Kindle, a su modo, tiene también su gracia, y sobre todo, te acompaña siempre en el bolsillo a cualquier parte. Es un amigo al que puedes recurrir en los momentos de tedio, y como va escondido en el móvil, resulta de lo más discreto, con lo que al final puedes hacer que lees cuando otros piensan que estás utilizando el móvil, lo que lo convierte en una suerte de placer clandestino.

