
Acabo de terminar de leer El corsario negro, de Salgari. Es mi primera aproximación al mítico escritor de aventuras, cuyas novelas llenan todavía el recuerdo de numerosas infancias.
Yo en cambio lo he tocado por primera vez a mis treinta cuatro años, aunque debo confesar que me he sentido otra vez un niño mientras pasaba sus páginas. Pienso que cualquier edad es buena para interesarse por las historias de piratas, y en esto he de discrepar con Josep Plá, que considera un cretino a quien sigue leyendo ficción después de los cuarenta años, aunque yo todavía pueda alardear de no haber sobrepasado esa caprichosa fecha límite para decir adiós al juguete de la ficción.
No se puede describir en pocas palabras la fluidez narrativa del autor italiano. En El Corsario negro, creo que no haber detectado un párrafo escrito demás. En esta vibrante historia, que apenas tiene unas 350 páginas en edición bolsillo, encuentra uno todos los ingredientes de una novela de aventuras: peripecias imposibles, ahorcamientos de piratas, batallas navales, duelos a espalda, caníbales persiguiéndote por la selva, peligrosos animales acechando detrás de cada árbol y un sinfín de historias en las que el honor juega como siempre un papel protagonista.
El corsario negro. Historia y autor
La historia de El Corsario negro nos habla de una venganza, una cuestión socorrida y de lo más primaria, que suele abundar en la literatura, pero que Salgari presenta de un modo trepidante y magistral. Es una obra en la que, según avanzan los acontecimientos, el lector va poniendo fin a sus dudas, si bien en algunos momentos puede resultar previsible. No obstante, la gracia con la que el autor sabe trasladarnos a las Islas Occidentales es suficiente para que de algún modo lo sintamos como si estuviéramos allí mismo, acompañando al Corsario negro y sus valientes.
Debo decir que no es el primer libro de Salgari que pienso leer, y que aguarda turno en mi estantería el también famoso Sandokan. En estos inefables días de interminable verano, siento el irrefrenable deseo de trasladarme a lugares lejanos y exóticos, sentir en la mejilla la brisa marina y dejar caer mis pies sobre la orilla, tras arribar a la playa en una veloz y eficiente chalupa.
Todo en esta novela da la impresión de estar hecho para el cine, aunque la historia se escribiera en el año 1898. Es la atmósfera y el ritmo trepidante de una historia bien hilvanada lo que hace que no puedas dejar de leer, pues en todo momento te acercas a la narración como si fuera lo más natural del mundo. No hay demasiados artificios en este libro, ni nada que te distraiga del fluir de los acontecimientos. La referencia a piratas auténticos como El Olonés o aún todavía joven Henry Morgan, hace despertar una pequeña sonrisa en el que ya conoce sus nombres, dota de un mayor encanto a una historia que de por sí busca, sobre todo, entretener al lector.
Quien se haya imbuido en la quizás más famosa novela de Salgari, seguramente quiera también leer las que le siguen, pues el Corsario Negro es en realidad una pentalogía: trato de hacerme ya con los ejemplares de La reina de los caribes; Yolanda, la hija del corsario negro; El hijo del corsario rojo; y Los últimos filibusteros. No fueron, ni mucho menos, las únicas historias de piratas que escribió el prolífico autor, pero viendo la facilidad con la que los lectores pueden adentrarse en sus libros, creo que acabará alegrando antes o después alguna que otra tórrida tarde de verano.

